miércoles, 4 de septiembre de 2013

La Corona de los Tres Thanes

Cuenta la leyenda que hace cientos de años existió un clan enano en las profundidades del Paso de Lornar. Sus galerías subterráneas se extendían desde el norte hasta el sur de la región, y los viajeros más fantasiosos aseguraban que sus túneles estaban plagados de yacimientos de piedras preciosas.

Un día, el sabio y anciano thane que gobernaba el clan en aquella época, murió. Tan repentino fue su deceso que no tuvo tiempo de nombrar un heredero, así que sus tres vástagos eran candidatos por la dignidad de thane.

El más joven era un pionero empedernido, y esgrimía como razón de peso para defender su derecho a la corona que había viajado por la superficie y que conocía Tyria como la palma de su mano, que estaba más que preparado para hacer frente a todas las amenazas que vinieran del exterior y para establecer nuevas relaciones comerciales.

El hermano mediano era un maestro de excavaciones. Argumentó que merecía el puesto de thane porque gracias a su habilidad para descubrir minas de oro los enanos del clan se volverían adinerados y opulentos, nunca les faltaría la comida y llevarían una existencia acomodada y plácida.

El más mayor de los tres era un guerrero consumado. Había plantado cara a los esbirros del Devorador en infinitud de ocasiones y argüía que tanto en experiencia como en fuerza aventajaba a sus otros dos contrincantes; que jamás los enanos del clan tendrían que preocuparse por el acoso de sus enemigos.
 
Para poner fin al conflicto, los tres thanes firmaron un pacto: cada uno de los hermanos gobernaría un año; al año siguiente, le tocaría al siguiente reinar. Y durante mucho tiempo, el clan prosperó y los enanos se hicieron ricos, poderosos y célebres, porque con las virtudes combinadas de los tres thanes, no había nadie que pudiera desafiarlos.

Hay quien cree que el relato debería terminar aquí. Hay quienes piensan que este habría sido un desenlace idóneo, con una moraleja estupenda que transmitir a las generaciones venideras; sin embargo, esas personas no son conscientes de la auténtica naturaleza de la historia. Más allá del giro inesperado y de los artificios de los que nos valemos los cuentacuentos para mantener la intriga hasta el final, lo cierto es que el sabor de la verdad es agridulce. Y la crueldad de la realidad supera con creces a la de la ficción…

Para conmemorar el aniversario de su reinado, los hermanos le encomendaron a un reputado orfebre que fabricase una pieza de artesanía que simbolizase la gloria de su triunvirato; un adorno que encarnase las bondades de cada uno de los dirigentes de su pueblo y con el que pudieran sentirse identificados; un aderezo que exaltase el triunfo de la unidad y de la fraternidad.

Así pues, el orfebre creó una corona como ninguna otra se había hecho jamás: el aro metálico de la base estaba forjado con acero deldrimor y había sido bendecido por el Gran Enano, en un gesto de tributo hacia el mayor de los hermanos; motivos de grifos dibujados en una filigrana de oro blanco ornaban los contornos de la pieza, en señal de homenaje a la expedición del menor de los hermanos; y por último, toda una plétora de gemas y de rubíes estaban engastados en las puntas de la corona, rindiéndole sus respetos al hermano intermedio.

Jamás antes en el clan había admirado una obra de artesanía tan delicada. Los tres thanes se sentían perplejos y gratamente complacidos: como os decía antes, a menudo la realidad supera con creces a la ficción, y sus expectativas de cómo sería la corona una vez acabada quedaban muy por debajo del producto final con el que los obsequió el artesano.

Ahora bien, lo que ocurrió después no tuvo nada de bello, pues sobre la corona pesaba una horrible maldición. El orfebre, rencoroso, no era otro que el primogénito del antiguo thane, el mayor de todos los hermanos y el único con derecho a suceder a su padre. Desterrado por medrar con arcanos y hechicerías procedentes de tierras lejanas, el orfebre pasó años en la superficie urdiendo su venganza contra el thane, su padre, contra sus ilegítimos competidores, sus hermanos, y contra todo el clan que lo había repudiado.

Y finalmente lo logró, empero esa misma brujería, como sucede cuando se manejan fuerzas que están fuera de nuestro alcance, se tornó en su contra: la Corona de los Tres Thanes transformó a sus hermanos menores en bestias horripilantes, codiciosas e insidiosas como él; el clan se dividió en tres bandos y pelearon los unos contra los otros hasta que no quedó uno solo con vida. Y aun después haberse estrangulado, degollado y desangrado hasta la extinción, sus cadáveres se levantaron, condenados a tomar las armas y a combatir sin pausa por toda la eternidad…

Nada le quedó al mayor de los hermanos: había perdido a toda su familia en su campaña de odio, había conducido a todo su clan al exterminio por su ambición de poder. Sin otro rumbo que tomar ni un destino mejor que lo aguardase, el hermano fratricida se arrebató la vida arrojándose a una de las simas más hondas del inframundo.

Se dice que aún se le oye llorar bajo la tierra, que sus lágrimas forman los ríos que recorren como venas el subsuelo del Paso de Lornar. Se afirma que cuando un terremoto azota las estepas, es el Cuarto Thane Loco quien lo provoca, quejándose y golpeando el suelo, enfurecido por su desgracia y porque todos a los que amaba lo han abandonado…

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