jueves, 21 de noviembre de 2013

Quinto informe: Testimonio

Día 83 de la estación del Céfiro del año 1326.

Empieza a hacer más calor en el Bosque de Caledon, pero eso apenas me importa. Las últimas semanas he estado muy atareada paseando por las afueras del Pantano de Wychmire; he buscado testigos en el fuerte de la Guardia del León cercano y en Falias Thorpe, pero lo único que encuentro son rumores sin sentido y viajeros aterrorizados.

Entre los Guardas ya hay quienes se burlan de mí por mi perseverancia. Piensan que estoy desatendiendo mis obligaciones, que persigo a una quimera cuando debería estar trabajando para defender la Arboleda. Entonces, ¿las muertes de nuestros amigos y camaradas fueron también una quimera? ¿«La Siega del Cosechador de Sueños» ha sido una fantasía, un espejismo que nunca ocurrió?

Parece que así se arreglan las cosas por aquí: ¡reemplacemos a los que han caído, olvidémoslos y procuremos cerrar los ojos y los oídos a la verdad! ¡Ya llegará otra generación de sylvari que los sustituirá!

¡El Fantasma de Wychmire existe! ¡Es un peligro público y no puedo dejar que siga deambulando a su libre albedrío por la floresta! No puedo olvidarlo. No puedo perdonarlo. No puedo… fingir que todo es irreal, no puedo desentenderme de lo que suceda, no puedo rehacer mi vida. Ahora no. Aún no. Y tal vez nunca lo consiga.

Sorprendentemente, anoche me topé con una persona que reunió el coraje necesario para dirigirme la palabra. Un estúpido investigador asura que venía de las Selvas Brisbanas: Blabb.

Blabb pertenece a la escuela de estática de Rata Sum. Estaba estudiando las propiedades de los légamos cenagosos para su aplicación práctica a la hora de elaborar una pasta adhesiva. Su intención era descubrir un nuevo pegamento orgánico más barato, efectivo y rápido que sirva como argamasa o para soldar las extremidades mutiladas de los soldados del Pacto.

En mi opinión, no es más que un científico de pacotilla con el cerebro reblandecido.

Lo llevé a mi despacho en la Arboleda y estuve interrogándolo durante dos horas. Transcribo aquí nuestra conversación en lo tocante a su experiencia con el Fantasma de Wychmire. El resto de su cháchara… se ha extraviado en el fondo de un estanque. Espero que a los peces no les dé una indigestión.

Nota al pie: Por mi bien, debo ser más directa la próxima vez que interrogue a un asura.

«Caileen: Dígame su nombre y su profesión, por favor.

Blabb: ¡Bueno, yo, eh…! ¡Pues claro, soy el genial Blabb, del colegio de estática de Rata Sum! ¡Seguro que has oído hablar de mí! ¡Blabb! ¡Blabb! ¡No se olvida ese nombre! ¡El inventor del Fleu Ver, la masilla verde botabrincástica más chachipiruli de toda la Provincia de Métrica…!

Me rasco una ceja con el dedo y profiero un suspiro largo y estruendoso (sí, debía hacer constar esto en acta).

Caileen: Contésteme, señor Blabb, y sepa que todo lo que diga será transcrito de forma literal en mis archivos.

Blabb: ¡Oh! ¡Así que tienes una de esas máquinas telegráficas arcanotécnicas que transcriben inmediatamente un discurso en base a un patrón de reconocimiento de voz! ¿Me dejarías echarle un vistazo por dentro? ¡Estoy seguro de que puedo hacerle una recalibración para que te funcione a las mil maravillas!

Blabb intenta buscar el ingenio por todo el lugar. Al no encontrarlo, gruñe con fastidio. 

Mientras tanto, yo sigo tomando notas en un pergamino. En mi mesa solo hay varios archivos, un tintero, la pluma y el folio.

Caileen: Por favor, céntrese. ¿Recuerda haber visto al Fantasma de Wychmire?

Blabb sufre un escalofrío y le castañetean los dientes. Traga saliva y asiente, temeroso.

Blabb: Cre… creo que sí… Sí, sí. Definitivamente, sí. Lo he visto, con mis propios ojos. Y tengo miedo, señora guarda. ¿Cree… cree que…?

Me incorporo un poco sobre la mesa a fin de tranquilizarlo. Lo estudio con serenidad.

Blabb: ¿Cree que… quería robarme la patente? ¡Es… es… monstruoso! ¡Terrorífico…!

Me veo en la obligación de curvar una ceja de nuevo. Vuelvo a reclinarme en el asiento y rezongo.

Caileen: Señor Blabb, dudo que al Fantasma de Wychmire le interesen esas minucia… esas minuciosas, perdón, investigaciones suyas. Por favor, prosiga y cuénteme lo que vio.

Blabb traga saliva de nuevo y se ajusta el cuello de su camisa. Asiente, más relajado.

Blabb: Mi grupo fantastiguay de investigadores y yo estábamos moviendo el pompis por el Pantano de Wychmire en busca de algún espécimen de légamo pequeñito que pudiéramos desintegrar, reintegrar, licuar y hacer pasar por toda clase de operaciones químicas complicadísimas que requieren de un grado de doctor en la especialidad de…

Empiezo a impacientarme y golpeo el suelo con un pie, rítmicamente. Blabb se da cuenta.

Blabb: Perdone, eso a usted no la incumbe. Y tampoco podría entenderlo, no se ofenda. Así que le ahorraré los detalles, ¿okey? ¡Pasaremos a la parte más divertida del asunto!

Caileen: ¿Divertida? Dos de los miembros de su equipo han muerto, señor Blabb.

Blabb agita una mano con despreocupación, niega y esboza una sonrisa de condescendencia. 

Blabb: En esto que decidimos acampar; utilizamos el cronostereostato medidor de corrientes dinamocrónicas de Thugg a fin de localizar el lugar idóneo donde asentar nuestro campamento, que además es muy salado porque tiene incorporadas algunas melodías en estéreo y… bueno, esa es una cosa que se debe agregar siempre a un aparato que pretenda…

Caileen: ¡POR FAVOR, vaya al GRANO!

He roto esta pluma sin darme cuenta. Blabb se ha asustado. Acabo de coger otra; continúo.

Blabb: En otras palabras: la música sonaba demasiado alta y nos oyó una patrulla de cortesanos de la Pesadilla. Esos idiotas sin una sola pizca de buen juicio musical se lanzaron sobre nosotros como un raptor al que le acabas de extirpar las plumas de la cola. ¡Y entonces llega el PUM, PAM, PIM, zasca, cham, pú! Como en las historias ilustradas para críos del asura murciélago, pues así.

Me doy una palmada en la frente de la exasperación y resoplo con angustia.

Caileen: ¿En ese punto fue cuando los capturaron, señor Blabb?

Blabb se acaricia el labio superior, como si estuviera sopesando algo. Frunce el entrecejo.

Blabb: Eh… sí. Sí, creo que fue ahí.

Caileen: Bien. ¿Y qué pasó?

Blabb: Tramamos un plan de fuga A. Y un segundo y contingente plan de fuga B. El C y el D no tardaron mucho en llegar, y cuando nos dimos cuenta habíamos colapsado todo el abecedario a golpe de estrategias de escape y de amotinamiento…

Caileen: ¿Cuándo apareció el Fantasma de Wychmire?

Blabb: Por la noche, cuando estábamos a punto de ejecutar el plan D: el plan A, que consistía en suplicar piedad, había fracasado; el plan B, morderles las espinillas a los cortesanos, llevó a la muerte a uno de mis compañeros; el plan C, simular sufrir un ataque de histeria, mató a otro. Por tanto, estábamos a punto de dar el do de pecho con nuestra mejor estratagema, ¡y lo habríamos logrado, sin duda, de no ser por ese Fantasma bribonoclusivo!

Caileen: … ¿Y en qué consistía su plan D?

Blabb: … Disfrazarnos de conejos y huir. Más o menos. Era más elaborado.

Parpadeo. No sé por qué, no me aturde lo más mínimo su respuesta. No me extraña que expulsaran a esta panda de Rata Sum.

Blabb: Pero como decía, ¡aquí llega lo más divertido de todo! No lo vimos llegar, pero de pronto oímos que uno de los cortesanos caía al suelo con un sonido sordo. Me di la vuelta, naturalmente, por curiosidad y… ¡tenía el cuello dislocado! ¡Estaba muerto! El resto desenvainaron sus armas y se pusieron como basiliscos a dar vueltas; gritaron órdenes, pero no sirvió de nada, porque al poco otro cayó fulminado: tenía un agujero negro en el estómago. ¡INCREÍBLE! ¡Fue lo más EMOCIONANTE de mi vida…! ¡Quiero replicar esa tecnología! ¡Quiero acompañarla, señorita Caileen, para buscar al Fantasma y hablar con él sobre su inventiva, para nada normal en una raza tan poco dotada para los menesteres intelectual…!

Me he cansado. He dado un puñetazo en la mesa y Blabb ha retrocedido un metro del estrépito. Dejo la hoja en la mesa y voy a por él. Lo agarro de la solapa de la camisa (esto lo he escrito después).

Caileen: ¡Mira, rata piojosa, me dan lo mismo tus aires de gran investigador! ¡Me da completamente igual lo mucho que te fascinen sus armas! ¡Solo quiero encontrarlo! ¡Así que dime lo que quiero saber o te mando de una patada estratosférica, o como diantres la llaméis vosotros, a la punta de una de esas pirámides orbitales vuestras en Rata Sum!

Blabb se queda en silencio un largo tiempo. Luego asiente y contesta en tono solemne.

Blabb: El Fantasma acabó con las fuerzas de la Corte. No salió de la penumbra en ningún momento, pero a la luz de una antorcha alcancé a vislumbrar algo su silueta: llevaba una máscara hecha con el cráneo de una criatura con astas, un carnero o un ciervo quizá. Mató a todos nuestros agresores y a nosotros… nos dejó en paz. Estábamos cagados de miedo, podría habernos ejecutado con ese cañón fotovoltaico suyo sin pestañear, pero… no lo hizo. Se quedó en la oscuridad unos segundos, contemplándonos, y luego desapareció como la brisa. Nos perdonó la vida y nos salvó. Debo darle las gracias, por mí y por mis chicos, fue…

No puedo contenerme más y le lanzo un puñetazo a Blabb a la cara. El asura cae al suelo. Me pongo en pie, airada, y estrujo una de las hojas de mis documentos con la mano.

Caileen: ¡El Fantasma de Wychmire es un ASESINO! ¡Si no acabó con vosotros no debes sentirte privilegiado: es porque no le interesáis! ¡No es un salvador ni un héroe! ¡ES UN MONSTRUO!

Blabb: Je. No puedes verlo, ¿verdad? Estás demasiado cegada con tu misión. Bien, no seré yo quien te saque de tu error. Solo te diré una cosa: he hablado con más personas, personas que te temen más a ti que a él. Hay más viajeros que han sido rescatados por una sombra misteriosa en la jungla, cuando les atacaban las bestias o la Corte de la Pesadilla. El Fantasma de Wychmire, sea quien sea, no es el ser despiadado y cruel que te imaginas; quizá tampoco sea un santo, pero desde luego no es el demonio.

Estoy temblando de la rabia. Tengo que calmarme. Tengo que calmarme…

Caileen: ¿Estás dispuesto a ignorar todo lo que ha hecho? ¿Indultarías sus fechorías?

Blabb: ¿No se te ha ocurrido pensar que podrías estar equivocada? ¿Que tal vez haya una razón, o una explicación, detrás de todo esto?

Caileen: ¡NO hay razón alguna que justifique el asesinato de Guardas inocentes!

Blabb se incorpora. Su gesto ya no es amistoso. Parece enfadado y muy solemne.

Blaab: Señorita Caileen, las personas no siempre son blancas o negras. Existe el gris. Al ser una protectora del Bosque de Caledon, me imaginé que usted tendría claro este concepto. Ya veo que no. Puede que lo que cuenten sobre usted sea cierto.

Caileen: ¿Sobre mí…?

Blaab asiente. Se ha alejado y está saliendo por la puerta de la habitación. Se vuelve y me mira.

Blaab: Que está perdiendo los estribos.

Caileen: Márchese de aquí. ¡Usted y todos los de su inmunda caterva de cientificuchos! ¡Fuera de mi despacho ahora mismo y que no os vuelva a ver por la Arboleda u os meteré en el Jardín de Sombranoche por connivencia con un enemigo declarado de los sylvari...!»

No hay comentarios:

Publicar un comentario