jueves, 10 de octubre de 2013

Vargamor

Trota salvaje por el monte, Lobo,
libres son tus pasos y libre es tu alma,
dueño de sueños y señor del bosque,
que no te frene ni el cepo ni el hacha.
Tu manada te llama con su canto,
un son que se alza hasta tocar la luna.
 
Radiante en el cielo espera tu luna,
su amante perdido tú eres, Lobo:
todas las noches le entregas tu canto,
la única cosa que besa su alma
vacía y hendida como por un hacha,
eterna guardiana y reina del bosque.
 
A ti se abren las sendas del bosque,
sigues la ruta que traza la luna,
veloz e imbatible cual filo de hacha.
Tus presas se esconden al verte, Lobo:
temible es tu ira y fiera tu alma.
¡Revélame el secreto de tu canto!

Te oí venir, lo supe por el canto;
te busqué toda la noche en el bosque;
no te encontré, lo que hirió mi alma;
no hallé consuelo aullando a la luna.
Siento que te burlaste de mí, Lobo.
Tu indiferencia duele más que un hacha.
 
Incrusté bien fuerte en el suelo mi hacha,
me armé de valor y entoné mi canto:
“mi don es ponerme la piel del Lobo,
correr con la manada por el bosque.
Soy invencible a la luz de la luna,
mi magia reside en lo hondo del alma”.
 
Yo soy un vargamor en cuerpo y alma.
Mis garras se hunden más duras que un hacha;
mi fuerza aumenta al erguirse la luna;
la naturaleza se une a mi canto:
hablo con la voz inmortal del bosque.
Ese es el poder que me ha dado el Lobo.

Sabe que mi alma pertenece al Lobo;
con él, mi hacha y mi canto son certeros:
agitan el bosque y alcanzan la luna.

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