miércoles, 1 de mayo de 2013

Susurros en la Niebla

El sonido del repicar del martillo contra el metal llenaba la estancia, así como lo hacía el intenso calor que empapaba de sudor los cuerpos apiñados de las figuras presentes. Se movían con el arrastrar de sus cadenas, sus espíritus doblegados y humillados por el cautiverio. No muy lejos, apagados por las paredes, mientras eran observados por las bajas criaturas achaparradas de feo aspecto y cubiertas de metal, en sus zarpas fusiles sónicos, vigilantes de las sombras que una vez fueron orgullosos hombres y mujeres, los alaridos y gritos de dolor y terror, ira y desesperación por el castigo que sufrían, desdichados por su intento de liberación, desafio o simple mala suerte al haber sido escogidos. Una gran figura miraba con ojos acerados el metal candente que moldeaba con su pesado martillo, prietos los labios en un rictus de ira ardiente contenida a duras penas por la pena, el remordimiento y el dolor de la impotencia. Resistiendo con voluntad férrea y esperanza desesperada en que aquello funcionara. Haciendo ruido, moviendose mucho, sobrellevando el cansancio y el agotamiento de jornadas intensas e inacabables de trabajo y esfuerzo. Mientras, en una oquedad excavada durante días, semanas...meses incluso, un ajado y viejo chamán, sus ropas raidas, sus ojos medio velados, su pelo colgando inerte y ralo de su cabeza, tembloroso en su proceder, huesudas manos que se movían con toda la prisa que era posible, a sabiendas que sangre, dolor y lagrimas eran vertidas en último sacrificio por lo que estaba realizando, tiempo...tiempo le daban a costa de sus vidas y no podía fallarles... El alarido lleno la estancia, la garganta enrojecida y casi sangrante por el aire expulsado violentamente y de forma continuada por unos pulmones casi exhaustos que no habían tenido tregua durante horas, así como el pequeño cuerpo que se arqueaba en la mesa, fría e impasible, así como los ojos de las recortadas figuras que observaban la escena tras mamparas de energía y cristal reforzado. Otras se movían de un lado a otro, moviendo mecanismos y palancas, botones y dispositivos, el aire llenándose de distintas luces y cargandose de energía intermitentemente. Muchas eran las anotaciones realizadas, algunas sonrisitas sádicas que disfrutaban del espectáculo ofrecido por el femenino cuerpo que se revolvían, tensandose los músculos, hinchandose y relajándose, los agudos chillidos regulares. Un botón fue presionado y una serie de agujas inyectaron una sustancia pulsante en el cuerpo de la niña. El efecto no tardó en verse mientras otra figura menuda observaba todo, encadenada y atada, sin poder hacer nada y a sabiendas que pronto sufriría algo parecido, sabiendo que ella lo presenciaría. Apenas les dejaban descanso, preguntando sin cesar, castigándolos por una palabra de más o de menos, interrogándolos incesantemente con brutales palizas y represalias. La puerta se abrió en un lateral, inhundando brevemente la estancia en la que se hallaba con luces y un desgarrado grito de dolor femenino...junto a una aguda voz. -Preparad las sinergias del conductor intermenbranal biomatriz desplazanatorio. Sombras vagas, figuras difusas, sonidos lejanos y apagados, una gris realidad de un entorno más gris aún. La boca reseca, las fuerzas flaqueantes, la sangre reseca, las heridas latientes, las preguntas, siempre las preguntas..., los cuerpos se apilaban de aquellos que habían precedido su lugar, no todos estaban enteros, ninguno se hallaba intacto, deformados todos de tal manera que era una pesadilla mirarlos. -¿Dónde está...dónde se oculta? ¿qué son estas runas, qué planes teneís, qué sabeís...? No podía darle respuesta alguna, estaba su tiempo decidido, moriría allí, su esperanza se alejó, ajena al terrible sufrimiento que le acompañó de inmediato, su cuerpo desmadejado fue apilado junto al resto, sin vida, liberado o quizás no. Un alma desgarrada presenciaba aquello, un espiritu lloraba por lo que contemplaba, prisionero. Aullidos, aullidos y lamentos en la lejanía, un pulsar en las montañas, zarpas corriendo en la nieve, gritos, gritos sin cesar, la luna llorando rojiza, gotas carmesíes que caían fulgurantes a tierra, abriendo oquedades en el suelo, heridas punzantes y ennegrecidas que supuraban un destino funesto. Una llamada, un baile, una petición, un ruego urgente, un nuevo aullido, figuras vagas en un bosque en niebla, unas montañas agostadas, un canto metálico, un retumbar y un estruendo, voces que se apagan. Un grito, un alarido, un sollozo en la oscuridad, sus ojos se abrieron mientras un cuerpo femenino cercano temblaba y no por el frío, unos ojos azul mar brillaban en la oscuridad, perdidos en el tiempo. Un mar de verde oscuro relucía siniestro, como la pradera en la noche. Un sonido de zarpas ahogadas y un sutil movimiento en las oscuras sombras. Un furioso latir de corazón, la piel empapada de sudor, la boca reseca y el cuerpo pulsando por un terrible recuerdo de un gran dolor.

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