miércoles, 28 de agosto de 2013

Ecos del Pasado III

Skagaard avanzaba pesadamente por la nieve, llevando un gran peso encima, no sabía quienes eran sus perseguidores pero debía de despistarlos. Ya llevaba tres días de persecución y lo único que recordaba era una fiesta normal. Sin embargo, intentaron quemarlo vivo, envenarle y apuñalarlo. Estaba llegando a un grupo de arbolitos tras pasar por un asentamiento de rocas. Su hermano apareció de repente, sonriente y le hizo a un lado, activó uno de sus cacharros y los perseguidores volaron por los aires junto a las rocas por las que acababa de pasar. Volvió a mirarle con una sonrisa y con una palmada en el hombro se lo llevo de allí. Bastó un cruce de miradas para saber quienes eran. Svargaard estaba preocupado por su hermano, se estaba alejando, escuchando demasiado a esos tipos, aunque acabase de volar a algunos de su seguidores. Tendría que aceptar la propuesta de ir a Arco del León, ya ni siquiera sabía donde se había metido esa muchacha que incordiaba a los kodan. Urdhrae avanzó resoplando entre la ciénaga, algo febril, renqueante y tozudo, sudoroso, medio asfixiado por la calor y la humedad reinante. De improviso, una gran sierpe de la selva apareció soltando agua por todos lados, aferrando su báculo centró las energías místicas y rodeó a la bestia de los vínculos arcanos para extraerle fuerza vital. Esta se debatió hasta caer finalmente debilitada, continuando Urd con algo mas de fuerzas, tal acto no pasó desapercibido y una serie de dardos se clavaron en su cuerpo. Intentó asir la magia de nuevo pero todo se volvió oscuro... Se despertó en una choza, rodeado de hyleks, el ambiente espeso por un humo de color variante, su cabeza le pesaba mucho, apenas entendía nada, aunque terminó por relajarse. En un estado de duermevela intermitente, no supo cuanto tiempo había estado. Pero cuando lo hizo, se hallaba recompuesto, lo que escuchaba por todos lados al salir era Dolyak Norn, lo que le hizo bufar y asentar el nombre. Lentamente aprendió costumbres y usos, su visión del mundo y su alquimia, a reconocer hierbas y preparar remedios. Aquellos que experimentaban con su hermana y consigo habían hecho un seguro en sus cuerpos, un veneno que se activaba para evitar sus fugas y supervivencia. Elaborando el antídoto, emprendió el regreso a Linde, asombrándose un poco con la facilidad que encontraba pasaje en su ruta. Un golpe, dos...rodó por tierra y se incorporó para rechazar otro embite. Se alzó hacía adelante usando su cuerpo, se deslizó a la izquierda y de un barrido mando al suelo a sus tres oponentes. Unas palmadas resonaron y fue el final de aquello, dando su visto bueno, el instructor de la vigilia accedió a contratarla. Sonriente, Dhrae rechazó sin embargo la propuesta de alistarse. Estaba labrándose una reputación y ahorrando, Urd estaba con los Hyleks y buscar a su madre le estaba costando bastante. Complementaba sus ingresos con algún trabajo de forja, del que la llamaban cada vez más. Todo aquél esfuerzo, las aventuras, los peligros, era maravilloso pero no se quitaba de la cabeza sus preocupaciones. Había encontrado no hacía mucho la tumba de su padre, lo que la apenó mucho. Creyó ver una sombra, pero no estaba segura, luego creyó ver otra distinta. Poco a poco iba conociendo gente, aunque aún no había ido a las montañas, la habían animado pero era pronto. El laboratorio iba bien, las construcciones marchaban a un ritmo frenético aunque se aseguraba que todo aquello no provocara errores. Su hermano estaba tirado en una hamaca, taciturno. Aquella muchacha le tenía el cerebro sorbido, cuando había miles de mujeres libres por todo el mundo. La lejanía de las montañas también el afectaba. Agitó la cabeza, repartió algunas ordenes y decidió que aquella noche le llevaría de juerga aunque le tuviera que apalizar. Esperaba que aquél laboratorio de pruebas sirviera bien para encontrar defectos, curas y mejoras técnicas. Había visto mucho de la maldad y crueldad de aquella ciudad, aunque no era un timorato y un blandengue, aquella sed de sangre gratuita no iba con él. No le temblaba la mano si tenía que matar, de hecho, lo hacía de una forma brutal, fruto de sus ingenios. Sin embargo, jamás lo hacía por placer de matar o ver sufrimiento. De aquello hacía años, a pesar de lo vivido, su humor y pensamiento no habían cambiado apenas. Ver en qué habían pervertido su obra sólo había logrado que pusiera más énfasis en la destrucción. Y que hubieran jugado con sus sobrinos...eso, eso haría que no dejara ni a uno con vida. El que pudiera escapar de la ira de sus sobrinos, claro. Su hermano le había ocultado muchas cosas, igual que él, pero a ese extremo era doloroso. Algo le decía que su hermano iba a morir y por una mano que le hacía hervir la sangre a él. Su propia amante, la madre de sus hijos, sus sobrinos...sería la causante. Se ocuparía de sus sobrinos, también que supieran más de su otra familia y ya ajustarías cuentas con aquella mujer, Ikhara.

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