martes, 30 de julio de 2013

La Leyenda de Ulfric

La fundación de la Manada
 
Ulfric Cazatormentas titula y protagoniza el siguiente capítulo en la historia de nuestra Manada.

En este viaje hacia un porvenir más glorioso, nuestra Manada no solo debe hacer frente a las amenazas del presente, sino también a sus propios fantasmas. Ulfric y los primeros norns del Lobo Invernal forman parte de ese pasado remoto: son nuestros próceres, los padres de Lobogrís, los autores del mito y los que dictaron los primeros compases de nuestro destino.

Ulfric el Cazatormentas fue un escaldo que vivió en tiempos del legendario Tyr, de Olaf Olafson y de Jora y Svanir. Nunca destacó por sus dotes como cazador, pero era perspicaz y sabía que la vía más rápida hacia el corazón de cualquier norn es la leyenda.

A Ulfric le tocó vivir el éxodo de los norn las Lejanas Picoescalofriantes y los ataques ininterrumpidos del temible Jormag. Y en esa época de dificultad, sabedor de que sus modestas habilidades no serían suficiente como para marcar la diferencia, tomó una decisión: uniría a otros a su causa, los haría luchar a todos por el bien de los norn.

Los amigos de Ulfric no eran guerreros grandiosos ni aventureros de fama reconocida; eran artesanos, chamanes ancianos y cuentacuentos. Ninguno de ellos sobresalía blandiendo un hacha, empero juntos eran imparables. Por esa razón se fundó la Manada.

Sin embargo, las gestas de un grupo de norn tan amplio no habrían resultado nada impresionantes, y menos cuando sus méritos se debían al trabajo en equipo. No obstante, Ulfric era inteligente y había aprendido de sus predecesores que los norn tan solo alaban a héroes individuales. Por ese motivo creó la figura de Lobogrís.

El Lobo bendijo a Ulfric y a sus seguidores; al primero le otorgó inspiración para inventar al mítico héroe Lobogrís, que en tantas canciones es loado; al resto, les dio apoyo y un sentido de fraternidad como jamás habían conocido. Sus sagas, de forma individual, probablemente jamás habrían llegado a sobrevivir al paso de los siglos, pero bajo la piel del lobo los ulfhednar eran atemporales. Eran Lobogrís. Todos ellos.

Con el tiempo vinieron otros, héroes de corazón y diestros con las armas, que se agregaron a la empresa de Ulfric. Mientras que las gentes del común veían en la Manada una oportunidad para ayudar a su pueblo, estos héroes estaban convencidos de que el Lobo Invernal y Lobogrís representaban el último sacrificio: perderían la gloria eterna, la inmortalidad, a cambio de concebir a un héroe que sería insuperable.

Todo por el bien de los norn; todo por ahuyentar a los enemigos de las Picoescalofriantes y por dar esperanza a las personas que oían las canciones de Lobogrís: esperanza en que un día regresarían a sus hogares; esperanza en que los norn todavía no habían sido abatidos.

Esa es la verdadera esencia de Lobogrís y de la Manada.


Ulfric trabó muchas amistades a lo largo de sus años; una de ellas, un orfebre enano, le hizo entrega a Ulfric de un presente como ningún otro: un tambor que podía, con su letanía, afectar a la tierra y a todo cuanto se sostuviera sobre ella. Y Ulfric le dio buen uso: con él cubrió las huellas de la Manada e impidió que sus adversarios los persiguieran; nadie podría descubrir la naturaleza del secreto de Lobogrís.

Pero toda fruta se pudre con el tiempo: Ulfric había abierto una brecha en el seno del Lobo Invernal; hubo quienes no estuvieron de acuerdo con él, quienes se veían empujados a actuar por otros propósitos. Fueron ellos, los Bolverk, los que traicionaron a Ulfric y lo sepultaron en una cámara de fría piedra junto a su tambor, lugar donde habría de permanecer hasta el fin de los días.

Poco sé de los Bolverk que pueda contaros. Sé que los dirigió alguien de la propia sangre de Ulfric; un hermano, o tal vez un hijo. Sé que esa misma persona fue quien encabezó la primera rebelión en nuestra historia. Y también sé que la Manada se recuperó, que el primogénito de Ulfric exilió a los Bolverk y que en los siglos venideros se destruyó todo pasaje en los manuscritos que hiciera referencia a ellos.

Tambores en el Norte

Hace diez años Steinleif se despertó y volvió a atronar otra vez. Alguien lo extrajo de la tumba de Ulfric y con él derrumbó lo que era más preciado para mí: mi heredad, mi familia y mi antigua vida antes de dedicarme a vagabundear interpretando canciones.

Aún desconozco la identidad de esa norn, pero sé que proviene de la rama de los Bolverk que se separó de nuestra Manada. Y sé que esté donde esté, hace bien en esconderse, porque el destino que le depara mi hacha es de todo menos piadoso.

Pocos meses atrás escuchamos de nuevo los ecos de un tambor en el norte. Pensando que podía tratarse de Steinleif, animé a los descendientes de la Manada a los que había logrado encontrar a encabezar la búsqueda del tambor mitológico.

Durante semanas rastreamos las Colinas del Caminante de una punta a otra en busca de la procedencia del sonido. Al final, nos llevamos la mayor de las decepciones.

Alguien intentó imitar por medio de la magia y de la tecnología los poderes de Steinleif. Alguien que había tenido contacto con él el día en que se exhumó el sepulcro de Ulfric, hace diez años. Alguien que conoció a mi némesis y que la ayudó en su delito.

Esa charr, Seetha Furiavolcán, quiso congraciarse con la Legión de la Llama utilizando a los draga de la Alianza Fundida para replicar a Steinleif. Pretendía fabricar una versión artificial del instrumento con la que reducir a escombros la Ciudadela Negra.

La detuvimos a tiempo, huelga decir, como queda reflejado en las canciones. La nueva Manada Lobo Invernal se comportó con honor y con gallardía, tal y como habría hecho la vieja: acabó con todas las reproducciones espurias de Steinleif, burdas imitaciones, y frenó a Seetha antes de que desatase una masacre sobre los charr.

De este modo, el espectro de Ulfric, que había abandonado su féretro encolerizado, pudo descansar en paz. Y así nosotros rescatamos la primera pieza de nuestro legado.

Sin embargo, esa no sería la última vez que oiríamos hablar de los Bolverk…

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