jueves, 18 de julio de 2013

Lo que dijo Ventari... 3ª parte (fin)

Tercera y última entrega dedicada a la afección de la Pesadilla y a los inaudibles.

El ensayo queda completo con este aporte final. Si alguien quiere enviarle comentarios o sugerencias a Saucesabio para futuras publicaciones, o bien de cara a una discusión minuciosa del texto, ya sabéis qué hacer. ;)

__________________________________________

La Pesadilla: la heteronomía de la voluntad y la pulsión tanática

No hay nada de innatural en la muerte: es la terminación causal de la vida. Es como un axioma: ineludible. Incluso la muerte viviente, como la que expresan los Resurgidos de Zhaitan, los liches y los esbirros de los nigromantes, pasa primero por la muerte natural.

La Corte de la Pesadilla no solo se regodea en la matanza; también en la tortura. La pulsión tanática, el deseo de destruir, es natural y existe en todos nosotros: ante el miedo, interviene la fuerza y así nos resguardamos. Pero poco después, cuando podemos racionalizar las cosas, otros sentimientos acuden: remordimientos, lástima y contrición.

No creo que los cortesanos carezcan de empatía, pero sí opino que la tienen atenuada. Muy atenuada. El mal de la Pesadilla, sea lo que sea, los captura bajo sus fauces; y estamos predispuestos a él porque llevamos su simiente en nuestro interior. Cuando explota, cuando se activa, la escala de valores se subvierte indefectiblemente y las pasiones se exacerban en detrimento de la razón (si es que, de alguna manera, existe algo similar a una razón que esté libre de pasión).

Supongo que el deseo de destruir la Tabla de Ventari está espoleado por una motivación inconsciente de propagar la Pesadilla, como la mala hierba que se extiende por un jardín. A día de hoy, todavía no he conocido a un solo sylvari converso de la Pesadilla que haya contradicho a la Corte. Así de intensas deben de ser las pasiones que se experimentan que llegan a nublar hasta el intelecto más crítico y racional.

Tan pujante debe de ser el influjo de la Pesadilla que quienes caen en su red ni tan siquiera son conscientes de que su capacidad para juzgar se ha visto mermada; no son sujetos morales, como adelantaba en la sección anterior. No son totalmente dueños de sus acciones, ya que aquello que es connato a ellos (y me refiero al libre albedrío aquí) les es reemplazado por un torrente de emociones externas que los hincha y los satura. No son seres autónomos y liberados de la Tabla de Ventari; son criaturas dominadas por una voluntad heterónoma que les ha sido impresa por la Pesadilla.

Debo extraer de todo esto que la Pesadilla es una perversión de la naturaleza actual. No hay lugar para la misma en el orden natural de las cosas. Los frutos que da la Pesadilla están marchitos; podridos en el interior. Pero ¿cuál es el orden natural de las cosas? Y ¿qué será de él si la Pesadilla gana la batalla? Quizá la Pesadilla no sea más que otro orden natural diferente o alternativo de los muchos que puede haber. Sopesar esa posibilidad me intriga tanto como me aterroriza.

La pregunta que nos debemos hacer es: ¿nos enfrentaremos a la Pesadilla? Evaluemos las ventajas y los inconvenientes de postrarnos ante la misma. ¿Dónde queremos vivir, en un mundo social gobernado por los principios de la Tabla de Ventari, donde el paso de las estaciones dictará el devenir de nuestra gente? ¿O queremos entregarnos a la Pesadilla y ser súbditos de un poder que no podemos descifrar?

La desesperación y la inquina eternas son las promesas de la Pesadilla; también la liberación, sí. Una liberación a corto plazo. ¿Cómo vamos a extrañar una moralidad que nuestra propia alma se niega a sentir? Si nuestra empatía congénita se recorta y si se acentúan nuestros sentimientos negativos por encima de los positivos, no tiene ningún sentido extrañar estos últimos; no existe la posibilidad de volver a padecerlos.

A colación de lo expuesto, una duda persistente me sigue acosando: si el motivo primordial de la disidencia, la razón por la cual se deserta a la Corte de la Pesadilla, es la libertad, el poder… ¿no es más contraproducente el remedio que la enfermedad? Si se limita nuestra capacidad para experimentar sensaciones como la paz y el amor, estamos cortándonos vías, estamos anulando nuestro poder de decisión. ¿Dónde nos deja eso a nosotros? ¿En qué rincón queda nuestra autonomía, esa independencia para escribir nuestro futuro que los cortesanos tanto reivindican?

Yo os lo diré: no existe. No hay libertad moral sin poder de decisión. La pregunta que me intranquiliza ahora es: ¿algo de esto importará si al final la Pesadilla nos acaba abrazando a todos? Probablemente no lo haga. Probablemente tengamos otras preocupaciones distintas. Probablemente nuestra existencia entera fuera una falsedad.

Los inaudibles. ¿Cobardes morales? ¿Nihilistas?

Algunos ven en los inaudibles el remedio al toque nefasto de la Pesadilla: si rescindes tu conexión con el Sueño, el riesgo de caer en las mortales garras de la Pesadilla es menor. Ese razonamiento, en frío, es cierto. No obstante, conlleva una serie de implicaciones: los sylvari nacimos con el don de la empatía, aptos para sentir el flujo del Sueño; liberarnos de ese lazo no deja de ser una renuncia a nuestro ser, a nuestra idiosincrasia. ¿Una renuncia moral? Quizá. ¿Pertinente? Tal vez.

Los inaudibles son tachados por el común de la sociedad sylvari como cobardes o como nihilistas en el peor de los casos. Reniegan del Sueño y muchos reniegan también de la Tabla de Ventari: desean forjarse a sí mismos sin la interferencia de nadie. En mi opinión, esa transición que experimentan los inaudibles es sana y justa; todos los sylvari deberían considerar gravemente qué están haciendo y por qué se avienen a los mandatos de la Tabla de Ventari y a las visiones que han sentido en el Sueño.

Los habrá felices con el destino que les haya sido regalado; otros, no tanto. Al igual que los cortesanos, los inaudibles toman una decisión: escindirse de las convenciones sylvari para madurar por su cuenta. A diferencia de los cortesanos, los inaudibles no truecan su esencia de forma irremediable: bloquean el Sueño, pero lo hacen conscientemente; es una opción de la que disponen y no es definitiva.

Aun así, ¿es esa la solución a la Pesadilla? No lo sé. Pasé un tiempo con los inaudibles y aprendí mucho de ellos, y personalmente pienso que su periplo es uno que merece la pena. Pero también opino que no se debe negar permanentemente lo que uno es: somos Soñadores, y debemos hacer valer nuestra identidad como tales. Con o sin la Tabla de Ventari de nuestro lado, seguimos siendo sylvari y el Sueño es nuestro patrimonio.

Los inaudibles nos brindan un bálsamo provisional: un anestésico para soportar durante más tiempo los embates de la Pesadilla. Sin embargo, ellos no poseen la respuesta, igual que tampoco la tiene la Corte de la Pesadilla ni la Tabla de Ventari de por sí; la respuesta a la pregunta más importante de todas: ¿quiénes somos y qué debemos hacer?

No hay atajos ni senderos fáciles que nos faculten para contestar a esa pregunta. La respuesta, simplemente, depende de cada uno de nosotros.

Conclusiones

Lo que dijo Ventari fueron una serie de consejos bienintencionados, no una retahíla de prescripciones que debieran ser cumplidas a rajatabla. La furia, la pena y el rencor son reacciones normales a las que todos estamos expuestos. Si bien debemos controlarlas, administrarlas y no tratar de impedirlas. Todo aquello que está vetado nos seduce; por eso, entre otros motivos, la Corte de la Pesadilla acuña cada vez a más seguidores.

La Pesadilla es un mal que debe ser combatido. Los inaudibles conocen métodos que pueden ayudarnos a mantenernos intactos con el fin de encararla de frente. La Corte de la Pesadilla ha hecho su elección, una que es a todas luces irreversible; su filosofía no es más que un panfleto hipócrita diseñado para atraer a los más cándidos y a aquellos que se temen a sí mismos.

Pero sabed algo: no venceremos a la Pesadilla con más miedo, sino con determinación. Ventari nos dio algunas de las claves para luchar contra ella, pero sus intuiciones son tan solo orientativas; no deben radicalizarse. Debemos ser flexibles, como los juncos. El fanatismo es el puente más directo hacia la locura, y por ende hacia la Pesadilla.

Estas son mis conclusiones y esta es la vía que propongo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario