miércoles, 24 de julio de 2013

Segundo informe: La Canción del Fantasma

El Pantano de Wychmire no está poblado
solo por ranas, ranúnculos y arañas:
del Fantasma de Wychmire sé avisado
y cuida tus pies allá adonde vayas.

Ni cortesanos ni fieras salvajes;
las mustias marismas peligro entrañan.
Vigila, viajero, los caminos silvestres,
a veces las sombras al ojo engañan.

En un parpadeo lo habrás percibido,
su espectral silueta, su aura marchita;
date la vuelta y ve que se ha marchado,
tu piel es pálida y tu corazón palpita.

Se dice que no tiene un solo aliado:
es el espíritu de un druida, se cuenta.
Encarna su máscara a un dios astado;
sobre su historia mi memoria es incierta.
 
Y deja tras de sí un rastro de muerte,
de las víctimas cuyos sueños se ha cobrado.
No seas malvado ni tientes a la suerte;
si eres de la Corte, estás condenado.

Sin embargo, murmuran, existe un rezo
para quedar libre de su oscura presencia.
Párate en el camino a los pies de un brezo
y recita con voz firme esta sentencia:

«Fantasma de Wychmire, augurio nefasto,
aléjate de mí, tú y tu mal agüero.
Ladrón de los Sueños, heraldo funesto,
el dolor que provocas no es mal pasajero.»

—Vanargand Lobogrís, escaldo y erudito norn. Extraído de «La Canción del Fantasma».

Me topé con este interesante documento mientras estaba de descanso en la posada de la Arboleda. Un bardo sylvari la recitó para mí y tuvo la cortesía de escribírmela.

Enseguida lo interrogué en busca de más información, pero me aclaró que él no era el autor del texto. Mencionó a un norn, y dijo que la composición atendía a la métrica del «droigneach», un tipo de poesía folclórica común entre los juglares del Árbol Pálido.

Ignoro cómo este norn ha llegado a conocer tanto sobre nuestras costumbres. En cualquier caso, he anotado su descripción; si alguna vez pasa por la Arboleda, me encargaré de que me cante de nuevo y en privado esa dulce canción. Y espero que no desafine. Si de verdad conoce al Fantasma de Wychmire, tiene mucho de lo que responder.

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